Hace dos
días llegué de un retiro que duró seis.
Fue el encuentro final del primer año de la formación en Metagenealogía, Tarot
evolutivo y Psicomagia.
Viniendo del mundo
pragmático y sólido de la Gestalt, era un misterio para mi que me atraía de
esta formación que en mi imaginario se dibujaba oscura y densa. Mi decisión no
podía pasar por el cerebro racional y no lo hizo. Era una apuesta sagrada,
intuitiva y arriesgada. Esas son las mejores apuestas, ganemos o no.
Fueron seis días de
trabajo profundo, fue bajar al núcleo de mi ser cavando como quien se embarca
en la empresa de llegar al centro de la tierra. Fue un camino arduo, en el que
dejé sangre, sudor y lágrimas. El resultado, hoy, es el regalo de quien se
atreve a conocerse y a mirarse en el espejo interior: la conciencia.
Conciencia de que el
camino vinimos a recorrerlo, no a verlo desde un costado.
Conciencia de que el
mundo es un sueño y de sueños está fabricado el mundo.
Conciencia de que
cargamos con toneladas a la espalda. Así lo elegimos.
Conciencia de que con
un poco de atención, el mundo se llena de colores. Aunque estemos frente a un
desierto.
Conciencia de que
atravieso mejor mis grutas mas profundas si tengo almas a mi lado atravesando
las suyas.
Conciencia de que le
mundo es perfecto y nuestra herencia un regalo. Aunque doloroso.
Conciencia de que la
magia es una manifestación estética. Es arte.
Conciencia del poder
trascendente de los símbolos y de lo etéreo que es lo literal.
Conciencia de que en
los ojos del otro esta mi propia historia y en sus lágrimas mi dolor.
Conciencia de que lo
hilos invisibles que nos unen, no son invisibles. Somos nosotros los
distraídos.
Conciencia de que el
mejor maestro es el más impensado y a menudo lo tenemos al lado.
Conciencia de que
renacer no es una elección, es un percatarse.
Conciencia de que
somos seres sagrados, maestros, sabios y vamos por el mundo como autómatas
desconectados de nuestra esencia divina.
Comprendí que los rituales
son la manifestación más sublime de los saltos de conciencia. Son el principio
y fin de un proceso. Son el proceso en si mismo.
Comprendí que no
somos resultado de nuestra historia, sino protagonistas del futuro. Un futuro
brillante y luminoso.
Comprendí que cada
una de nuestras acciones sagradas en el presente, nos convierte en héroes de
nuestra descendencia.
Cuantas veces repetí
en este proceso el mantra que titula esta entrada. Y lo repito una vez más.
Por este acto sagrado
pongo de manifiesto mi confianza en la conciencia y en los procesos humanos.
Por este sagrado ritual honro a los que ya pasaron por esta tierra y nos
dejaron su legado de aprendizaje. En estas sagradas palabras pongo de
manifiesto la expresión de mi propia divinidad que no es más que la divinidad
de todo lo que existe y todos los que existimos.
Gracias por este
regalo. Gracias compañeros de camino por tanta valentía. Gracias Cristóbal por
ser la sagrada excusa de nuestros procesos.
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