martes, 20 de marzo de 2012

POR EL RECONOCIMIENTO DEL EGO

Cuando hablamos de Ego, normalmente lo hacemos con una connotación negativa. Una persona muy egóica, coloquialmente es aquella que piensa mucho de si misma y que pasa por encima de los otros creyéndose más que ellos y estando en constante comparación con todas las personas. Es esa que está demasiado identificada con su imagen y con lo que proyecta al mundo.

La psicología tradicional apoya esta imagen negativa del ego invitando de manera permanente a deshacernos del ego pues nos genera mucho sufrimiento y dolor en nuestras vidas. Así mismo, algunas tradiciones espirituales postulan que en el camino a la felicidad y a la realización, el ego debe ser dejado atrás y que debemos contactarnos con lo esencial, con lo trascendente. Pero, ¿Qué es el Ego?

Cuando nacemos, estamos totalmente expuestos y a merced del mundo. Somos seres frágiles y delicados que dependemos del entorno para sobrevivir. A diferencia de la mayoría de los animales que muy pronto están listos para la vida, los seres humanos nos tomamos mucho tiempo para empezar a valernos por nosotros mismos. Sin un sostén externo moriríamos irremediablemente. Es por esto precisamente que nuestras vivencias de los primeros años de vida son tan importantes y determinantes para lo que seremos como adultos.

La mayoría de nosotros llegamos a un hogar constituido tradicionalmente por nuestros padres y hermanos. Y a pesar de recibir de ellos todos los cuidados que quieren y pueden darnos, muy rápido nos encontramos con que el mundo es también frustrante y que no todas necesidades pueden ser satisfechas. También nos encontramos con el dolor, la tristeza, la rabia y con situaciones que son potencialmente dañinas. Nuestros padres, por buenos que sean, no pueden protegernos de esto.

Adicionalmente, tanto como necesitamos alimentos, necesitamos amor, afecto y reconocimiento. Necesitamos ser vistos por nuestros padres y ellos no siempre pueden hacerlo como necesitamos. Así, no nos queda más remedio que empezar a fabricar estrategias muy rudimentarias para obtener del mundo esa mirada y aprobación y para defendernos de todo lo que puede lastimarnos. Es entonces que se empieza a gestar el Ego.

El Ego es entonces, una especie de coraza de carácter que vamos contruyendo alrededor de nosotros con un objetivo funcional que es nuestra supervivencia psicológica y emocional. Nos convertimos entonces en el niño que no llora porque su papá lo mira más cuando es fuerte o la niña que sabe que poniéndose ropa linda es más querida por su mamá. Estamos dispuestos a hacer lo que sea con tal de ser reconocidos y no pasar por el dolor de la frustración y el olvido. Construimos un “personaje” que nos garantice que no seremos abortados del mundo.

Con el paso del tiempo, esa coraza se va cristalizando y endureciendo. Cando menos pensamos, empezamos a creer que somos ese ego y nos identificamos plenamente con ese personaje.

Así, en la vida adulta vamos por la calle ya no sólo con el ego puesto como un disfraz sino que lo cargamos como la esencia de lo que somos. Nos confundimos con nuestra máscara y nos vamos volviendo cada vez más pobres de recursos existenciales. Perdemos de vista la creatividad, el SER se esconde. No tenemos más que unas pocas respuestas aprendidas para lo que nos pasa en la vida. Si algo nos rompe un esquema y se sale mucho de lo habitual, colapsamos.

Sin embargo, en algún momento de nuestra vida, algunos pocos privilegiados decidimos preguntarnos por nosotros mismos y nuestra vida. En una acto de conciencia, intuimos que debe haber algo más que esa máscara con la que llevamos identificados tanto tiempo.  Entonces empezamos a descubrir al SER y sus infinitas posibilidades. Nos extasiamos en nosotros mismos, descubrimos al ser creativo que siempre hemos sido. Nuestras posibilidades se multiplican.

Y entonces, corremos el grave peligro de caer en una gran trampa. Muchos empezamos a creer que el ego es malo, lo satanizamos y pretendemos como objetivo de vida vivir una vida sin ego. Pensamos: “si el ego ha sido tan limitante y me generado tanto sufrimiento, lo que debo hacer es deshacerme de el”. Esto es un error profundo por dos razones:

La primera es que sencillamente no se puede. El ego se instauró en nuestras vidas en una edad muy temprana y pasó a hacer parte estructural de nuestro sistema psíquico. Por más que quisiéramos deshacernos de él no podríamos. El ego no es la totalidad de lo que somos pero definitivamente es una parte.

La segunda y quizás más importante, es que LO NECESITAMOS. Es verdad que en nuestra infancia nos garantizó la supervivencia. También es verdad que eso ya no es cierto en la vida adulta pues tenemos muchos más recursos. Pero el hecho de que no sea vital, no quiere decir que no sea importante.

El mundo está lleno de diferentes contextos. En cada contexto nos vemos invitados a ponernos en lugares diferentes que resultan funcionales y adecuados a ese contexto. Un bikini no cabe en una oficina y un vestido no cabe en la playa. En la iglesia debemos ser serios y solemnes, en una discoteca, divertidos y relajados.

Relacionarnos únicamente desde nuestro ser esencial, implica mucha apertura y vulnerabilidad. Esto significa que no todos los espacios de la vida son para estar desde ahí. Hay contextos en que el SER es invitado de honor como en nuestros núcleos familiares. Hay otros en que relacionarnos desde ahí nos puede significar salir lastimados.

Es ahí donde el ego cobra importancia. Si logramos, en nuestro trabajo personal, desidentificarnos del ego, muy pronto entenderemos que no necesitamos deshacernos de él pues dejará de hacer tanto ruido y ser tan limitante. Entonces, lograremos usarlo a nuestro favor cuando lo necesitamos y dejarlo colgado en la percha cada vez que sepamos que estamos en un ambiente protegido. El ego se convierte en un recurso más, uno de los más importantes.

Satanizar el ego es una confusión fundamental. El problema no es tener ego, es serlo. Si fuésemos educados y acompañados a desidentificarnos cuando ya no es esencial para nuestra supervivencia, probablemente no tendríamos este problema. Confío en que nuestra educación sea cada vez más para el SER y que le demos al ego el lugar que se merece en nuestras vidas.