lunes, 31 de diciembre de 2012

FIN DE AÑO

Cada fin de año suele traer consigo reflexiones de un ciclo que se cierra y una mirada al que se abre. La visión que tenemos sobre el ciclo que termina suele ser dura y crítica. Vemos nuestro año desde la perspectiva de lo no logrado,todo aquello en lo que fallamos. Así, construimos un año venidero excesivamente idealizado y nos vemos a nosotros mismos libres de todo vicio y fracaso por el simple hecho de que el paso del 31 al 1 ocurre. Como si se conjugaran las estrellas en nuestro favor y nos hiciéramos merecedores, sin trabajarlo, de virtud, bondad y bienestar. Ese es por lo menos mi caso. Por esto quiero a través de este escrito dar un giro a mi visión habitual y reconocer el camino recorrido desapegado del que viene. 

El 2012 fue un gran año. Aprendí que los sueños no solo se sueñan, también se consolidan. Le di un nuevo lugar a la palabra amistad, me vi rodeado de hermanos. Tuve tantas caídas como levantadas y me sigo cayendo. Y levantando. 

Reconocí profundamente el poder de los procesos grupales. Tuve la fortuna de hacerlo desde muchos ángulos. Fui privilegiado testigo de tantos procesos y tantos testimonios que ahora creo un poco más en la divinidad. 

Fue un año de enfrentarme a mi propia sombra, la que había evadido en tantos años de proceso terapéutico. Me vi de frente y al espejo. Me enfrente con mi propia desnudez y lejos de espantarme, me maravillé. Por fin. 

Fue un año de constatar que la confianza es un camino de doble vía y una construcción conjunta. 

Fue un año de por fin creerme padre. De perder kilos. De soltar toneladas. De creer en grandes proyectos y conformarme con pequeños logros. De reconocer mi piel y en ella, la de mi compañera de vida. De soltar unos vicios y consolidar otros. De empezar a creer en la magia y no solo en la tierra. De encontrar genialidad en la locura. De reencontrarme con el concepto de "mejor amigo". De arriesgarme un poco más. De quedar embarazado. De poblar mis propios sueños. De empezar a entender porque la música clásica le gusta a tanta gente. De confirmar que no me gusta el reggaetón pero que es sabroso de bailar. De empezar a decir "familia" con un nuevo significado. De recuperar mi sombra y mi mierda en vez de buscar depositarios ideales. De llorar diciendo "este soy". De juntar mi fertilidad a la de la mujer de mi vida e invitar a una nueva alma a acompañarnos. De convencerme que la vida de mis hijas es de ellas. Que son dueñas de su destino y que nosotros somos sólo el canal a través del cual ellas se manifiestan. Que su destino es trascendernos y que lo cumplirán a pesar de nosotros. 

¿Qué me falta? Mucho. Todo. Para mi el camino siempre está en punto cero. Así me gusta creerlo. Quiero pensar en el pasado como un gran lienzo que tiene pintado una hermosa obra que es un compendio de todos mis procesos de vida. Lo miro y me maravillo, me nutro, me siento respaldado. Pero no hay nada más que lo que hago con lo que existe aqui y ahora. Por más que me escape en delirios intelectuales, de vez en cuando recuerdo aterrizar al momento presente y es maravilloso. Sólo entonces puedo ver la maravilla de todo lo que existe. ¿Propósitos para el 2013? Ninguno. Los propósitos se construyen desde lo que creemos que carecemos. Estoy convencido que todo lo que necesito para seguir viviendo ya está en mi y que en mi vida se materializa toda la abundancia del universo. ¿Qué más podría pedir?

martes, 18 de diciembre de 2012

POR ESTE ACTO SAGRADO


Hace dos días llegué de un retiro que duró seis. Fue el encuentro final del primer año de la formación en Metagenealogía, Tarot evolutivo y Psicomagia.

Viniendo del mundo pragmático y sólido de la Gestalt, era un misterio para mi que me atraía de esta formación que en mi imaginario se dibujaba oscura y densa. Mi decisión no podía pasar por el cerebro racional y no lo hizo. Era una apuesta sagrada, intuitiva y arriesgada. Esas son las mejores apuestas, ganemos o no.

Fueron seis días de trabajo profundo, fue bajar al núcleo de mi ser cavando como quien se embarca en la empresa de llegar al centro de la tierra. Fue un camino arduo, en el que dejé sangre, sudor y lágrimas. El resultado, hoy, es el regalo de quien se atreve a conocerse y a mirarse en el espejo interior: la conciencia.

Conciencia de que el camino vinimos a recorrerlo, no a verlo desde un costado.
Conciencia de que el mundo es un sueño y de sueños está fabricado el mundo.
Conciencia de que cargamos con toneladas a la espalda. Así lo elegimos.
Conciencia de que con un poco de atención, el mundo se llena de colores. Aunque estemos frente a un desierto.
Conciencia de que atravieso mejor mis grutas mas profundas si tengo almas a mi lado atravesando las suyas.
Conciencia de que le mundo es perfecto y nuestra herencia un regalo. Aunque doloroso.
Conciencia de que la magia es una manifestación estética. Es arte.
Conciencia del poder trascendente de los símbolos y de lo etéreo que es lo literal.
Conciencia de que en los ojos del otro esta mi propia historia y en sus lágrimas mi dolor.
Conciencia de que lo hilos invisibles que nos unen, no son invisibles. Somos nosotros los distraídos.
Conciencia de que el mejor maestro es el más impensado y a menudo lo tenemos al lado.
Conciencia de que renacer no es una elección, es un percatarse.
Conciencia de que somos seres sagrados, maestros, sabios y vamos por el mundo como autómatas desconectados de nuestra esencia divina.

Comprendí que los rituales son la manifestación más sublime de los saltos de conciencia. Son el principio y fin de un proceso. Son el proceso en si mismo.
Comprendí que no somos resultado de nuestra historia, sino protagonistas del futuro. Un futuro brillante y luminoso.
Comprendí que cada una de nuestras acciones sagradas en el presente, nos convierte en héroes de nuestra descendencia.

Cuantas veces repetí en este proceso el mantra que titula esta entrada. Y lo repito una vez más.

Por este acto sagrado pongo de manifiesto mi confianza en la conciencia y en los procesos humanos. Por este sagrado ritual honro a los que ya pasaron por esta tierra y nos dejaron su legado de aprendizaje. En estas sagradas palabras pongo de manifiesto la expresión de mi propia divinidad que no es más que la divinidad de todo lo que existe y todos los que existimos.

Gracias por este regalo. Gracias compañeros de camino por tanta valentía. Gracias Cristóbal por ser la sagrada excusa de nuestros procesos.

miércoles, 5 de diciembre de 2012

¿QUÉ NECESITAMOS?


Hace poco, entre los cientos de frases que parecen diariamente en mi muro de Facebook, leí una que capturo especialmente mi atención. Decía algo así como:

"Compramos cosas que no necesitamos, con plata que no tenemos, para causar impresiones no duraderas en personas que no nos importan"

De inmediato sentí una afinidad con lo que la frase, según yo, intentaba transmitir y me dediqué a repetirla en charlas de café como queriendo apropiarme de su autoría. Me identificaba tanto con ella que me puse a pensar que era eso que tanto me tocaba.

La pregunta fundamental, a mi parecer es la que titula esta entrada: ¿Qué necesitamos? Y es que hoy en día cuesta mucho diferenciar nuestras necesidades fundamentales de las que nos han sido impuestas. No es un secreto que vivimos en una sociedad de consumo y que todos los días nos inculcan cosas que debemos tener. Tener, en nuestra sociedad, es SER. Nos definimos por lo que tenemos, por los logros alcanzados en términos de posesiones materiales. 

El precio que hay que pagar es alto. Ante tantas necesidades artificiales, poco a poco vamos perdiendo la claridad de lo que en esencia necesitamos. Cuando estamos demasiado preocupados por un mejor carro o una mejor casa perdemos la posibilidad de ver nuestra necesidad de vinculo, de contacto. Así, terminamos lejanos de nuestros seres cercanos, con vacíos inmensos que generan grande carencias y que refuerzan la creencia esencial de que hay que conseguir más. Es como un perro que se muerde su propia cola.

Como bien implica la frase del inicio, la razón ultima por la que buscamos tanto, es ser reconocidos por ello. Eso quiere decir es que lo que siempre buscamos es precisamente ese vinculo que sí es una necesidad fundamental pero vamos torpemente creyendo que podemos crear relaciones verdaderas vendiendo apariencias y falacias. Lo que mas buscamos es lo que mas alejamos y vamos por la vida construyendo relaciones fútiles y sin alma.

Lejos de intentar hacer una lista de cuales son las necesidades fundamentales, creo que lo mas útil es hacer conciencia de qué necesitamos. Las respuestas están siempre al alcance de la mano si nos atrevemos a hacer una parada en nuestro ciclón de vida y nos hacemos las preguntas fundamentales: ¿Qué necesito? ¿Qué quiero? ¿Que elijo? 

Como siempre lo sencillo es lo mas complejo y somos ciegos a lo obvio. Detectar nuestras necesidades implica necesariamente escuchar nuestra realidad con oídos atentos. Y para eso no hay mas remedio que aterrizar en nuestro aquí y ahora. Solo entonces se abre la magia del vacío fértil y empezamos a ser capaces de vivir una vida a la altura de nuestra propia humanidad.

martes, 5 de junio de 2012

BENDITO EGOÍSMO



“Si un individuo es capaz de amar productivamente, también se ama a si mismo; mas si únicamente puede amar a otros, no puede amar a nadie.”
Erich Fromm

Según la Real Academia de la lengua Española, egoísmo es un “inmoderado y excesivo amor a sí mismo, que hace atender desmedidamente al propio interés, sin cuidarse del de los demás.”

Esto concuerda de manera aproximada con la manera en que entendemos el egoísmo en nuestra cultura. Dicho de otra forma, egoísmo sería poner por delante de los intereses de los otros, los propios.

En la tradición judeo-cristiana, cómo expuso de manera reiterada Calvino, cualquier señal de interés o preocupación por nosotros mismos es viciosa y nos aleja de la virtud. En palabras suyas:

No nos pertenecemos. Por consiguiente, ni nuestra razón ni nuestra voluntad deben predominar en nuestras reflexiones y acciones. No nos pertenecemos; por lo tanto, no nos propongamos, como fin nuestro, el buscar lo que pueda ser conveniente para nosotros de acuerdo con la carne. No nos pertenecemos; y por eso olvidémonos de nosotros mismos y de todas nuestras cosas en tanto sea posible. Nosotros, al contrario, pertenecemos a Dios; vivamos y muramos por Él. Porque así como la peste más devastadora arruina a los individuos si se obedecen a sí mismos, el único refugio de salvación consiste en no conocer ni desear nada por uno mismo, sino guiado por Dios, quien camina ante nosotros.

Aunque Calvino murió en 1564, sus palabras generaron gran impacto en nuestro inconsciente colectivo y todavía hoy son referente de abundantes ordenes del catolicismo. Así, es común que nos sintamos culpables cuando anteponemos nuestro interés particular al del prójimo y que este hecho tenga una mirada negativa por parte de la sociedad. Lo positivo, lo deseable y lo “virtuoso” es que demos todo lo que somos sin pensar en nadie más que en los otros.

Ahora bien, desde la revolución industrial empezó a darse un fenómeno que nos ha ido poniendo en un lugar opuesto y con esto ha incrementado lo niveles de confusión en nuestra cultura. Cuando las máquinas empezaron a ahorrarnos energía empezamos a tener tiempo para vivir. Esto, entre múltiples otros factores, desató un exacerbado interés por nosotros mismo y nuestros intereses. Se empezó a generar un individualismo que persiste hasta hoy. Ya no es el bien común el que prima sobre el individual sino el individual el que prima sobre el común.

Aunque aparentemente este movimiento obedece al precepto de querernos a nosotros mismos como vía de felicidad, no ha ocurrido eso y, por el contrario, nos encontramos más solos y en crisis que nunca. Nuestras relaciones con los otros no funcionan como quisiéramos y no accedemos al tan ansiado bienestar y felicidad. 

Creímos que en la medida que pudiéramos ser capaces de satisfacer nuestras necesidades con objetos y comodidades materiales y nos diéramos gusto en TODO lo que pudiéramos, estaríamos respetando nuestra individualidad y seríamos más felices. No ha sido así.

¿Cómo solucionar esta disyuntiva? Si no es lo uno o lo otro entonces, ¿qué es?

La Gestalt y el humanismo en general proponen, efectivamente, una mirada primordialmente del individuo hacía si mismo. Sin embargo entendemos que el fracaso del sistema imperante en las sociedades industrializadas tiene que ver con el reinado de un individualismo materialista que poco tiene que ver con la propuesta humanista.

El individualismo materialista promueve la felicidad desde la satisfacción de las necesidades de nuestro ego. Es decir, llenando nuestras carencias con objetos, posesiones y lujos. En lugar de hacernos cargo de nuestros vacíos los ocultamos con satisfacciones pasajeras e impermanentes. Callamos a nuestro niño herido con un dulce y esto lo hacemos tantas veces como sea necesario. Cuando nos damos cuenta, esto se ha convertido en nuestra dinámica de vida y estamos presos de nosotros mismos, infelices y con la carencia intacta.

Por eso, nuestra propuesta no apunta al cuidado de nuestros propios egos sino de las necesidades de nuestro ser esencial.  Esa parte de nosotros que busca desarrollo y evolución de conciencia. Ese lugar profundo que promueve sin cesar un movimiento hacia delante. Ese espacio en el que somos nosotros mismos y no un simple resultado de nuestras tristes circunstancias.

Pero para atendernos, hace falta justamente tener la valentía de mirar hacia adentro y averiguar qué necesitamos. Esa información no suele ser de fácil acceso y requiere constancia y entrega. Enfrentarnos a nuestros miedos y mirarnos al espejo. Una de las tareas más arduas.

La recompensa es inmediata y se traduce en REAL bienestar y sensación de realización. Cuando nos damos cuenta de lo que necesitamos desde nuestro YO esencial y lo podemos atender, poco a poco vamos realizando nuestras metas vitales. Y es ahí, y solo ahí, que tendremos suficiente para dar al mundo.

Así como una teta no puede dar leche si la madre no se alimenta, nosotros no podemos dar si no nos damos. La mirada es primero hacia adentro, la abundancia es del mundo. Si me atiendo, atiendo. Si me cuido, cuido. Si me miro, miro.

Si mirarnos primero y ponernos arriba en nuestra lista de prioridades es egoísmo, bendito egoísmo. 

martes, 20 de marzo de 2012

POR EL RECONOCIMIENTO DEL EGO

Cuando hablamos de Ego, normalmente lo hacemos con una connotación negativa. Una persona muy egóica, coloquialmente es aquella que piensa mucho de si misma y que pasa por encima de los otros creyéndose más que ellos y estando en constante comparación con todas las personas. Es esa que está demasiado identificada con su imagen y con lo que proyecta al mundo.

La psicología tradicional apoya esta imagen negativa del ego invitando de manera permanente a deshacernos del ego pues nos genera mucho sufrimiento y dolor en nuestras vidas. Así mismo, algunas tradiciones espirituales postulan que en el camino a la felicidad y a la realización, el ego debe ser dejado atrás y que debemos contactarnos con lo esencial, con lo trascendente. Pero, ¿Qué es el Ego?

Cuando nacemos, estamos totalmente expuestos y a merced del mundo. Somos seres frágiles y delicados que dependemos del entorno para sobrevivir. A diferencia de la mayoría de los animales que muy pronto están listos para la vida, los seres humanos nos tomamos mucho tiempo para empezar a valernos por nosotros mismos. Sin un sostén externo moriríamos irremediablemente. Es por esto precisamente que nuestras vivencias de los primeros años de vida son tan importantes y determinantes para lo que seremos como adultos.

La mayoría de nosotros llegamos a un hogar constituido tradicionalmente por nuestros padres y hermanos. Y a pesar de recibir de ellos todos los cuidados que quieren y pueden darnos, muy rápido nos encontramos con que el mundo es también frustrante y que no todas necesidades pueden ser satisfechas. También nos encontramos con el dolor, la tristeza, la rabia y con situaciones que son potencialmente dañinas. Nuestros padres, por buenos que sean, no pueden protegernos de esto.

Adicionalmente, tanto como necesitamos alimentos, necesitamos amor, afecto y reconocimiento. Necesitamos ser vistos por nuestros padres y ellos no siempre pueden hacerlo como necesitamos. Así, no nos queda más remedio que empezar a fabricar estrategias muy rudimentarias para obtener del mundo esa mirada y aprobación y para defendernos de todo lo que puede lastimarnos. Es entonces que se empieza a gestar el Ego.

El Ego es entonces, una especie de coraza de carácter que vamos contruyendo alrededor de nosotros con un objetivo funcional que es nuestra supervivencia psicológica y emocional. Nos convertimos entonces en el niño que no llora porque su papá lo mira más cuando es fuerte o la niña que sabe que poniéndose ropa linda es más querida por su mamá. Estamos dispuestos a hacer lo que sea con tal de ser reconocidos y no pasar por el dolor de la frustración y el olvido. Construimos un “personaje” que nos garantice que no seremos abortados del mundo.

Con el paso del tiempo, esa coraza se va cristalizando y endureciendo. Cando menos pensamos, empezamos a creer que somos ese ego y nos identificamos plenamente con ese personaje.

Así, en la vida adulta vamos por la calle ya no sólo con el ego puesto como un disfraz sino que lo cargamos como la esencia de lo que somos. Nos confundimos con nuestra máscara y nos vamos volviendo cada vez más pobres de recursos existenciales. Perdemos de vista la creatividad, el SER se esconde. No tenemos más que unas pocas respuestas aprendidas para lo que nos pasa en la vida. Si algo nos rompe un esquema y se sale mucho de lo habitual, colapsamos.

Sin embargo, en algún momento de nuestra vida, algunos pocos privilegiados decidimos preguntarnos por nosotros mismos y nuestra vida. En una acto de conciencia, intuimos que debe haber algo más que esa máscara con la que llevamos identificados tanto tiempo.  Entonces empezamos a descubrir al SER y sus infinitas posibilidades. Nos extasiamos en nosotros mismos, descubrimos al ser creativo que siempre hemos sido. Nuestras posibilidades se multiplican.

Y entonces, corremos el grave peligro de caer en una gran trampa. Muchos empezamos a creer que el ego es malo, lo satanizamos y pretendemos como objetivo de vida vivir una vida sin ego. Pensamos: “si el ego ha sido tan limitante y me generado tanto sufrimiento, lo que debo hacer es deshacerme de el”. Esto es un error profundo por dos razones:

La primera es que sencillamente no se puede. El ego se instauró en nuestras vidas en una edad muy temprana y pasó a hacer parte estructural de nuestro sistema psíquico. Por más que quisiéramos deshacernos de él no podríamos. El ego no es la totalidad de lo que somos pero definitivamente es una parte.

La segunda y quizás más importante, es que LO NECESITAMOS. Es verdad que en nuestra infancia nos garantizó la supervivencia. También es verdad que eso ya no es cierto en la vida adulta pues tenemos muchos más recursos. Pero el hecho de que no sea vital, no quiere decir que no sea importante.

El mundo está lleno de diferentes contextos. En cada contexto nos vemos invitados a ponernos en lugares diferentes que resultan funcionales y adecuados a ese contexto. Un bikini no cabe en una oficina y un vestido no cabe en la playa. En la iglesia debemos ser serios y solemnes, en una discoteca, divertidos y relajados.

Relacionarnos únicamente desde nuestro ser esencial, implica mucha apertura y vulnerabilidad. Esto significa que no todos los espacios de la vida son para estar desde ahí. Hay contextos en que el SER es invitado de honor como en nuestros núcleos familiares. Hay otros en que relacionarnos desde ahí nos puede significar salir lastimados.

Es ahí donde el ego cobra importancia. Si logramos, en nuestro trabajo personal, desidentificarnos del ego, muy pronto entenderemos que no necesitamos deshacernos de él pues dejará de hacer tanto ruido y ser tan limitante. Entonces, lograremos usarlo a nuestro favor cuando lo necesitamos y dejarlo colgado en la percha cada vez que sepamos que estamos en un ambiente protegido. El ego se convierte en un recurso más, uno de los más importantes.

Satanizar el ego es una confusión fundamental. El problema no es tener ego, es serlo. Si fuésemos educados y acompañados a desidentificarnos cuando ya no es esencial para nuestra supervivencia, probablemente no tendríamos este problema. Confío en que nuestra educación sea cada vez más para el SER y que le demos al ego el lugar que se merece en nuestras vidas.

lunes, 20 de febrero de 2012

LA GESTALT Y LOS PERSONAJES


Jugamos personajes todos los días y en cada ámbito de nuestra vida. Tenemos un personaje para el trabajo, para los amigos, para la pareja. También tenemos para la vida social, familiar y un personaje para caminar por la calle. En ocasiones tenemos uno para cada día de la semana, uno de la mañana, otro de la tarde y otro de la noche. En general tenemos personajes “programados” para cada evento conocido y rutinario de nuestras vidas.

Estos personajes están relacionados con los mandatos sociales que tenemos introyectados. Tienen que ver con el “como se supone que me comporte” ante situaciones específicas que afrontamos en nuestra vida. Y así, pasamos por la vida jugando un sin fin de personajes diferentes. Esto es verdad para cada uno de los seres humanos que habitamos este planeta.

Por supuesto en la conformación de estos personajes hay otras variables que intervienen además de los preceptos sociales generales. Recibimos influencia de la microcultura que es nuestra familia, de las vivencias específicas y circunstanciales de nuestra vida y sin duda que también hay componente genético importante, entre otras muchas cosas que para efectos de este escrito, no vale la pena mencionar.

Así, poco a poco, en los primeros años de nuestra vida, vamos conformando eso que conocemos como “carácter”. Toda esa suma de variables, ese cóctel existencial, va propiciando una forma única de estar en el mundo, de vincularse con los otros, de defenderse de las agresiones, de seducir para lograr objetivos, de manipular, en últimas de generar una suma de creencias acerca de nosotros mismos y del mundo con las cuales nos identificamos profundamente, tanto, que llegamos a creer que “eso” somos.

Es importante tener claro que estos personajes han sido, son y seguirán siendo importantes para nuestra vida, en sociedad, para nuestra supervivencia y adaptación al medio. Los fuimos adquiriendo en el proceso de socialización cuando éramos niños y desde entonces nos han permitido pertenecer y desarrollarnos en la sociedad.

A pesar de lo evidentemente funcionales que son estos personajes en nuestra vida y ante la inevitabilidad de su existencia, es importante trabajar terapéuticamente estos personajes precisamente por el hecho mismo de que estamos tan identificados con ellos que creemos que “somos” ellos. Y esto en si mismo no es dañino, lo dañino es que ente la identificación profunda con los personajes perdemos en flexibilidad y oportunidad y ganamos en rigidez, lo cual frecuentemente lleva a un sufrimiento profundo.

Me explico,   en la medida que asumimos nuestros rótulos y personajes habituales, como la totalidad de nuestro ser estamos “casándonos” solo con una parte de lo que somos y perdiéndonos del resto. Así, una persona que se identifica con ser muy introvertida, solo va a poder relacionarse con el mundo desde su introversión, ya que considera que no tiene ninguna otra posibilidad de relación. Por esto, situaciones que exijan de ella un poco mas de expresión serán vistas como altamente amenazantes y peor aun se enfrentará a estas situaciones con la convicción absoluta de que no tiene dentro de si ningún recurso que le permita salir “ilesa”. De ahí, sufrirá no solo cuando dichas situaciones ocurran sino en la anticipación de las mismas y de esta manera tratará de evitarlas a toda costa, perdiéndose de experiencias que en vez de destruirla probablemente van a enriquecer su vida.

Igualmente, en la relación con los otros, esa persona verá en ellos características que no ve como propias y las envidiará, rechazará o le atraerán. En todo caso no le pasarán desapercibidas. Es muy probable que nuestra persona introvertida entonces sienta un rechazo muy grande por alguien de su medio de trabajo que califica como excesivamente extrovertido, petulante y creído y así se alejará de esta persona evitando el contacto con ella y consecuentemente perdiéndose la oportunidad  de enriquecer su experiencia vital en esa relación. También es probable que encuentre una pareja que tenga “lo que le falta” con el afán de llenar en su vida lo que considera que no tiene, eligiendo desde la carencia y por lo tanto generando vínculos afectivos de dependencia y apego, llegando a todo el sufrimiento que este tipo de relaciones puede generar.

Y como en los ejemplos mencionados, esta persona pasará por un sinfín de situaciones en su vida intrapersonal e interpersonal, que desde la rigidez la llevarán al sufrimiento, pues vive desde la limitación, la escasez de recursos, la pobreza existencial.

Una de las principales directrices del trabajo gestáltico es precisamente la desidentificación con los rótulos. Y es importante decir que desidentificarse de ellos no significa desecharlos o cambiarlos. Estos rótulos nos han permitido una identidad frente al mundo  que nos permite trabajar, estudiar, socializar, convivir, en últimas sobrevivir. Desidentificarse, como su nombre lo indica significa saber que estos rótulos están, que tienen una utilidad pero que no SOMOS ellos. Desidentificarse significa asumir en nuestra existencia que los personajes existen pero que detrás está nuestra esencia. Desidentificarse implica entender desde lo más profundo de que somos mucho más de lo que creemos y que nuestras posibilidades son infinitas. 

Así, el trabajo con personajes se trata de ir más allá de los propios rótulos y de los ajenos. Arriesgarnos a creer que no estamos escritos. Atrevernos a desmitificar nuestra existencia, a expandir nuestra conciencia. Creernos la posibilidad de ser mucho más de lo que creemos que somos, de que tenemos un potencial infinito. Y para lograr esto de mirar nuestra sombra, de mirar hacia adentro necesitamos ver en nosotros mismos un aspecto que algunos tenemos mas reconocido y otros menos, pero que sin duda a todos nos pertenece, la valentía.

miércoles, 1 de febrero de 2012

CREA-ACTIVIDAD

El acto creativo es lo que nos diferencia, en lo esencial, de las otras especies vivas. Creatividad implica salirse del molde, reinventarse.
La gran paradoja de nuestra especie, es que aquello que más nos identifica, es justamente aquello que más nos cuesta alcanzar.
Nuestra sistema educativo nos empuja hacia el molde. Nos enseñan que no hay que inventar lo que ya está inventado. Si cuestionamos somos vistos como rebeldes y pronto somos abortados del sistema.
Somos una sociedad que cree que el "científico" es el único método existente y que la verdad última está escrita por la ciencia. No hay más verdades aceptables. Las otras visiones son consideradas esotéricas, miradas con desconfianza, dejadas de lado.
Por alguna razón, siempre creemos que la última palabra de la ciencia es la definitiva. No importa cuantas veces se reevalúe, siempre la última es la definitiva. Perdimos la capacidad de dudar de nosotros mismos. Nos vemos con tanta certeza que entramos en terreno estéril. Creemos todo lo que nos cuentan sin filtros. Nuestra creatividad agoniza.
Y la agonía de la creatividad no es más que la de la capacidad de renacer, de reinventarnos. Nos convencemos de que estamos escritos, que no hay nada más que decir. Que lo que queda de vida no es más que una repetición resignada de nuestras viejas y caducas dinámicas. Perdemos brillo en los ojos, nos da pereza vivir. Poco a poco, vamos perdiendo la chispa vital y nos convertimos en autómatas que siempre caemos en el mismo hueco y nos pegamos con la misma pared. Vivimos una vida sin conciencia.
Muy pronto en la vida aprendemos que debemos hacer y se nos olvida que podemos ELEGIR. La capacidad de elegir es base de toda creatividad.
Por supuesto, elegir es difícil.
Es difícil porque implica ir en contra de todo lo aprendido. Es difícil porque nos saca de nuestra zona cómoda. Es difícil porque  nos obliga a hacernos cargo, a asumir las consecuencias de nuestros actos. Es más fácil que otros elijan. Que el sistema nos arrastre.
Cuando nos atrevemos a elegir lo que queremos el acto creativo entra en combustión. Nos brillan los ojos y poco a poco nos hacemos de nuevo dueños de nuestro destino. Como el Fénix que renace de sus cenizas, nos levantamos del fango y sentimos la sangre correr torrencialmente por nuestras venas e inundar nuestro corazón. Nos asustamos, pero eso no es más que parte del paso que estamos por dar. Tomamos el miedo como compañero de camino y damos un paso más. Y otro. Y otro.
Cuando nos damos cuenta, estamos caminando. Sólo entonces es claro que hace mucho no lo hacíamos. Que íbamos en silla de ruedas o apoyándonos en bastones. Que nos habíamos habituado a una vida inundada de costumbre. Nos percatamos de que el mundo nos pertenece y se abre a nosotros con toda su abundancia. El sol sale de nuevo en nuestra vida.
Ser creativos es asumir la actividad de CREAR. Los elementos son los mismos para todos pero hay infinitas formas de moldearlos. Somos seres infinitos como infinitas son nuestras posibilidades. Podemos ser quien queramos ser, no hay límites más que los que nos ponemos a nosotros mismos.
Ser creativos es atrevernos a usar lo que nos fue dado y construir la mejor versión de nosotros mismos.
Ser creativos es rendir culto a nuestra condición humana y en últimas, en el fondo de lo humano, ir al encuentro de lo divino.

lunes, 30 de enero de 2012

¿Por qué Gestalt?


Vivimos en un mundo primordialmente individualista. La guerra del peso, del lucro y la competencia desmedida, son caldo de cultivo para el ego. Nos perdemos en que deberíamos ser, nos olvidamos de SER.
El éxito se convirtió en el objetivo último, no tenemos opción. O somos exitosos o no somos nadie. No importa que queremos, importa que logramos y cuanto reconocimiento obtenemos.
Así mismo, hacemos parte de un mundo en el cual lo más importante es la mente, el intelecto. Todo lo queremos entender. Si lo entiendo, existe. Si no, no lo puedo solucionar. Terminamos esclavos de nuestro pensamientos y defendiéndonos con intelectualizaciones. El cuerpo es un anexo de la cabeza. Las emociones, apenas sensaciones incómodas que es mejor ignorar.
Pasamos la vida con armaduras oxidadas. Nos acostumbramos a ese peso, nos resignamos a cargarlo. Creemos que no hay remedio.
El panorama parece oscuro, desolado. No hay señales de salida.
Sin embargo, por milenios y desde que el hombre es hombre, el ser humano se ha caracterizado por su búsqueda. Siempre han existido seres que, a pesar de todo lo anterior, han elegido el camino de la conciencia. Estos hombres y mujeres han sido vitales para que la humanidad entera haya dado pasos esenciales en su desarrollo. Y, aunque muchas veces no lo parezca, el ser humano está en un constante desarrollo de su conciencia. Como expresa Ken Wilber:
 ”La Humanidad – dice Plotino – se halla a mitad de camino entre los dioses y las bestias. (…) Los animales son mortales pero lo ignoran y no lo comprenden; los dioses, por su parte, son inmortales y lo saben; pero el pobre ser humano, por encima de las bestias pero lejos todavía de ser un dios, es una desafortunada combinación: es mortal y lo sabe. De este modo, cuanto más evoluciona más consciente se torna de si mismo y de su mundo, más se desarrolla su conciencia y su inteligencia y más cuenta se da de su destino, de su mortal destino. Éste es, en suma, el precio que hay que pagar por cada paso hacia adelante en el proceso de expansión de la conciencia.”
La humanidad ha tenido pues la clarividencia de seguir su destino y caminar en el desarrollo de la conciencia con ímpetu y valentía.
Sin embargo, los desafíos del presente son grandes y la invitación que tenemos como seres humanos es a afrontar nuestro presente con honestidad y autenticidad.
El ego todavía es rey en el mundo. Vivimos en el reino de las fronteras. Y si hay fronteras, hay conflicto. El otro es peligroso. Lo desconocido, amenazante. El que está del otro lado me puede hacer daño entonces mejor ataco primero. Nos regimos por el principio de “divide y vencerás”. Nuestros gobiernos y gobernantes, en su gran mayoría viven según ese precepto. Desconfían del vecino. La industria bélica vive su mejor momento.
Así mismo, vivimos en una época en la cual el llamado a la conciencia está más vigente que nunca y hay millones escuchándolo. Hay cientos de propuestas, muchos caminos que el últimas buscan lo mismo: que estemos más despiertos, que nuestros ojos estén más abiertos, que estemos más conectados con nuestro deseo profundo, con la vida.
La Gestalt, no es más que uno de esos caminos. Surgida a mediados del siglo pasado en respuesta a una psicología fría, racionalista, de diagnósticos y rótulos, quiso reivindicar en el espacio terapéutico la humanidad del paciente y por supuesto del terapeuta.
Fritz Perls, creador de la Terapia Gestalt fue un gran sanador en la medida en que al final de su vida encontró su ser más auténtico. Le costó mucho, tuvo una vida difícil y profundamente conflictiva. Pero se trascendió a si mismo, contactó profundamente su sombra y fue ahí que encontró su luz más brillante. Ese es el legado que dejo Fritz y es lo que intenta compartir la Gestalt con el mundo.
La principal invitación de la Gestalt, entonces, es la autenticidad. Que dejemos ser ese ser que otros han inventado y empecemos a ser quien somos. Que nos miremos al espejo y que busquemos en este aceptación y amor. Que nos atrevamos a quitarnos la máscara cuando no la necesitamos. Que reconozcamos lo que nos mueve profundamente y nos atrevamos a buscarlo y a vivirlo. Que dejemos de vivir vidas de mentira y nos atrevamos a profundizar en nuestra experiencia vital de manera plena, transparente y real.
Más allá de cualquier dogma o fórmula, nos invita a encontrar nuestro propio camino y despenaliza el equivocarnos. Nos invita a hacer ensayos vitales. Reivindica el derecho que tenemos a cambiar de opinión. Nos cuenta que el encuentro dura lo que dura y que mientras lo hace es maravilloso. Nos enseña que aceptar el desencuentro es también un acto de amor. Nos estimula a contactar lo mismo que a retirarnos. Nos repite hasta el cansancio que nuestras posibilidades son infinitas, que no estamos terminados de escribir y que somos dueños de nuestro destino.
Nos invita a ser mas conscientes, a estar más presentes, a ser más responsables. Frustra nuestras manipulaciones. Nos acerca a nuestra esencia.
El mundo tiene una necesidad desesperada de este tipo de ser humanos. La Gestalt lleva más de 60 años trabajando para que cada vez más personas se adueñen de sus vidas y vivan con mayor transparencia y verdad.
Nosotros en el Centro Gestalt de la Sabana, sumados a incontables otros centros en el mundo, queremos poner nuestro granito de arena para que esto pueda seguir ocurriendo y que las personas que se acerquen a nosotros puedan seguir siendo en sus vidas semillas de autenticidad. Ese es nuestro camino.