viernes, 1 de noviembre de 2013

AMOR Y SANACIÓN

There is no remedy for love but to love more. 
- Henry David Thoreau

La cita con la que inicio este entrada, traduce algo así como “No hay más remedio para el amor que amar más.” Escucharla de boca de un paciente, me inspiró a escribir sobre esto. Si bien la frase en sí misma es explicativa y ampliar sobre ella es casi redundante, me permito poner en estas líneas lo que en mi genera de reflexión y movimiento interno.

Centrémonos en la palabra REMEDIO. Remedio es todo aquello que está destinado a sanar una herida. ¿Y habrá un generador de heridas mayor que el amor? 

Todo acto de amor es un riesgo inconmensurable. No hay amor posible sin apertura de corazón y coraza. Y no hay apertura sin riesgo de ser lastimado. Esto es tan lugar común que millones de personas renuncian al amor por miedo al dolor. No se puede renunciar a lo uno, sin renunciar a lo otro.

Sin embargo, millones nos arriesgamos a amar, asumimos el riesgo y muchas veces perdemos y, aunque es verdad que ganamos en experiencia y sabiduría, nos quedan heridas que sanar. Dependiendo de nuestras herramientas internas (y externas) podemos sanar esa herida más rápido o despacio. 

Volvamos entonces al remedio. Cuando éramos niños y nos hacíamos un corte en la rodilla por una caída de la bicicleta, nuestra madre lo atendía limpiándolo, desinfectándolo, y cuidándolo en su recuperación. Con las heridas de amor pasa algo parecido, a un nivel de complejidad mayor. Atender la herida frecuentemente implica hacer conciencia de ella, darnos cuenta que nos duele y tomar medidas al respecto. Sean estás con el otro (diálogo, expresión del dolor, reparación emocional) o con nosotros mismos (aceptación, asumir responsabilidades propias, perdón interior).

Ahora, preguntémonos por un momento: ¿qué sanaba más nuestra rodilla, el agua y la venda o el amor de nuestra madre?

Para intentar contestarla y a riesgo de ser aburrido, me remito a una experiencia personal. Hace unos meses, me caí con una botella de vidrio en la mano y me corte en la base del dedo índice de la mano izquierda. Me suturaron con doce puntos en total y desde que lo hicieron me advirtieron que había un gran riesgo de que la piel no se recuperara y me tuvieran que hacer un injerto. Mi atención tenía que estar puesta en si la piel que se había levantado se iba poniendo rosada (lo bueno) o si se iba poniendo negra (el desastre).

Me recomendaron a un cirujano plástico de renombre que me miró, examinó y diagnosticó. Su pronóstico fue catastrófico: lo más probable es que me tendrían que hacer el injerto. Si bien la piel tenía algo de rosado, también tenía mucho de negra. Este doctor tenía una característica: era prepotente, catastrofista y en la media hora que estuve con el prácticamente no me miró a los ojos.

Inconforme con esta atención y con pocas ganas de someterme a un injerto,  a los dos días me fui a otro cirujano. Le conté lo que me había pasado  con el anterior y procedió a examinarme. Palabras más, palabras menos me dijo que eso era un simple corte, que me pusiera una crema y que no le pusiera tanta atención a los médicos y sus pronósticos catastróficos. Este médico tenía una característica: era amable, cálido y desde el primer momento hasta el último me miró a los ojos. A partir de ese día, la herida empezó a recuperarse a pasos acelerados y hoy no es más que una sombra de lo que fue.

Si bien el doctor lejos está de ser una madre amorosa y para mi era un perfecto desconocido, su mirada y calidez fueron un acto de amor definitivo en mi recuperación. Los cuidados médicos fueron sin duda importantes pero el trato fue fundamental.

Así, creo que sí bien las heridas de amor necesitan atención y cuidados, estoy convencido que a nivel más profundo, requieren ser tratadas con más amor. Para una pareja en problemas, no se trata de dedicarse a sanar las heridas y esperar a que eso pueda incidir que alguna vez puedan volver a ejercer el amor como antes. Se trata de sanar las heridas y COMO NUNCA ANTES ejercer el amor como sanación esencial. En otras palabras, no es hacer terapia de parejas para ver si podemos volver a salir a bailar. Es hacer terapia de parejas Y al mismo tiempo salir a bailar más que nunca.


El amor es eros, es fuerza creadora y sanadora. Es el mejor remedio y es consecuencia de la sanación. El amor es medio y el amor es fin.