martes, 20 de agosto de 2013

EL AMOR Y EL APEGO




Desde que soy terapeuta, trabajo con parejas. Por razones que escapan a mi entendimiento, he sido buscado por parejas en crisis para ser el acompañante de sus procesos de encuentro. Ha sido un privilegio poder asistir en primera fila una interacción, que en terapia individual, sólo se relata. Aparecen claramente ante mis ojos las trampas, saboteos y vicios comunicativos. Aparece con claridad lo que marca el desencuentro.


Hace algún tiempo, escuché con atención la letra de una canción que llevo años cantando de memoria. La canción es de Juanes y dice: “...porque nada valgo, porque nada tengo, si no tengo lo mejor: tu amor y compañía en mi corazón.” Esta canción se titula “Nada valgo sin tu amor” y para mi representa de manera sintética lo que en general es disfuncional en las parejas en nuestra sociedad.


Quiero dejar claro que no estoy criticando ni a esta ni a ninguna canción de amor. Creo que en el contexto del arte y la poesía, maravillosas palabras han sido dichas y no tengo la pretensión de ser crítico del arte de otros. Simplemente pretendo ilustrar, desde una perspectiva existencial, como literalizamos este tipo de ideas y, es ese camino,  nos perdemos de nosotros mismos.


Y es que eso creemos: que nada valemos sin el otro, que el otro es nuestra media naranja, que es el aire que respiramos y los ojos a través de los cuales vemos. Nos elegimos con otros desde sentirnos carentes, despojados de toda sensación de completud. Vamos por el mundo buscando complemento y “amor” como zombis que buscan cerebros. Y cuando lo conseguimos, nos aferramos a esto cual si fuera el último salvavidas del Titanic. La tabla de salvación de una vida insulsa.

Esto, señores, es lo que cualquier psicólogo o revista de variedades llama “apego”. El amor, desde mi forma de ver, es otra cosa. El amor es elección, no necesidad. El amor se vive en libertad, no en cadenas. El amor es completud y suficiencia, no carencia y desesperación. El amor implica renuncia en pro de algo más grande, no abandono de mi mismo.  El amor significa caminar en paralelo, no fusionarse. El amor existe en la medida en que el otro me potencia, no me reduce a una patética versión de mi mismo.

Y entonces, ¿qué hace que a lo mismo que llamamos apego, llamemos amor? ¿qué hace que estas dos cosas tan diferentes las llamemos igual?

Claramente somos productos de familias que, en gran medida, nos crían desde la carencia. Carencias que ellos mismos traen de sus familias y que esa cadena se remontan al inicio de la humanidad. Somos una humanidad carencial, siempre hambrienta de calmar su hambre de vínculo y afecto. Somos seres humanos con grandes dificultades para reconocernos como somos. Le tenemos fobia al espejo.

De ahí, buscamos todo lo que creemos que nos falta afuera. Lo buscamos en la pareja. Pero no solo en la pareja lo hacemos en la comida, en la bebida, en las drogas, en el juego, etc. Desde nuestro vacío existencial actuamos compulsivamente rebotando entre abundancia y escasez. Nunca la humanidad había sido tan abundante y nunca tan escasa.

Y así llegan las parejas, en crisis de auto apoyo, con dos miembros cuyas vidas personales también están en crisis profunda. Con un deseo de sanarse y con una tarea titánica por delante.

El trabajo de las parejas es encontrar, si lo hay, el amor que algún día generó el encuentro y reconstruirse desde ahí. Es un trabajo que exige mucha conciencia y dedicación. Mucha disciplina. Muchas lo logran. En muchos casos, sin embargo, el trabajo es soltar y aceptar el desencuentro.

Volviendo a las canciones, hace poco escuché una de Santiago Cruz que me contactó con mi visión del amor:

No es dependencia loca no es irracional 
no es que se acabe el mundo porque tu no estas, 
es darse el uno al otro en forma natural, 
es una doble vía, es dar y recibir, 
si alguna vez me faltas yo podría seguir, 
pero es mi decisión 
quedarme junto a ti.

Todo está dicho.

viernes, 9 de agosto de 2013

CONCIENCIA Y SOSTENIBILIDAD


Cuando hablamos de Sostenibilidad, palabra de tanto uso hoy en día, generalmente lo hacemos desde el contexto de los movimientos que a nivel de ecología debemos hacer para asegurarnos de que el planeta siga siendo un lugar viable para vivir. 


Desde mi punto de vista, es indudable que como especie, debemos tomar acciones en cuanto a la huella de destrucción que estamos dejando en el planeta. De otra manera, nuestra subsistencia está seriamente amenazada.

De ahí surge otra expresión también muy usada en nuestro medio y es la de “conciencia ecológica”. Esto se refiere, fundamentalmente, a que tengamos una mirada más cuidadosa de el uso de nuestros recursos desde el impacto que este uso, o mal uso, puede tener en el planeta.

No soy ecologista y no es de esa conciencia que quiero hablar. No quiero hablar de la conciencia como un manual de conductas “apropiadas” necesarias para un planeta más limpio. Quiero hacer una lectura desde la conciencia individual, para mi, fundamental en asegurar, desde lo micro, la sostenibilidad de nuestras vidas y desde lo macro, la sostenibilidad de todo lo que nos rodea. Si, incluido el planeta.

Creo que como humanidad cometemos un error fundamental. Creemos que los cambios tienen que ser generados exclusivamente por movimientos a gran escala, generalmente con un trasfondo moral de lo bueno y lo malo, de lo adecuado y lo inadecuado.

Entonces aparecen personajes como Al Gore, que desde su jet privado viaja por el mundo gritando a los cuatro vientos el desastre que se avecina y lo que tenemos que hacer para evitarlo. Desde el miedo, como siempre, manipula a sus espectadores y genera movimientos que, desde mi punto de vista, sólo cubren el problema y lo cambia por otros problemas. Soluciones que a largo plazo, no son sostenibles. Cada época tiene su Al Gore.

Si bien creo que los movimientos Macro, son necesario e importantes, para que funcionen deben estar atados a movimientos de conciencia que surgen desde lo micro, desde el individuo. 

¿Cuál es la base de la crisis ecológica? El consumismo, exacerbado. ¿Y cuál es la base del consumismo? Nuestra gran cantidad de vacíos existenciales, que como individuos, buscamos llenar de todas las formas posibles. Así, engañamos la angustia que nos produce vivir, con un objeto más, con un sabor más, con una experiencia más.

Partiendo de este principio, ¿qué nos hace pensar que la solución puede pasar exclusivamente por reciclar más o menos, apagar las luces o comer productos orgánicos? ¿cuándo nos convencimos de que es siguiendo el “manual del correcto ecologista” que vamos a garantizar nuestra subsistencia? Esto, si acaso, serán pañitos de agua tibia que en el mejor de los casos, sustituirán los problemas actuales por otros de diferente forma e idéntico contenido. Cómo en el caso de una persona que se va de su país en la esperanza de que dejando todo atrás encuentre felicidad y lo único que encuentra es la misma infelicidad en otro idioma.

Para mi, como siempre, el camino es el de la conciencia. Y esto no lo tocan ni los políticos, ni los ecologistas. Nadie habla de eso pues, en general, pocos han sido en su propia vida capaces de dar el salto hacia la mirada interior. Prefieren pasar el tiempo llenando formatos y haciendo lobby que mirando qué están haciendo y desde dónde. Cuáles son sus vacíos, que temas pendientes tienen, si viven una vida plena, auténtica y coherente.

Somos una especie experta en las soluciones "desde afuera". Arreglar sin que nos toque. Mejorar sin que nos implique. Y desde ahí nos equivocamos una y otra vez. Cuando cada quien es responsable de lo suyo, no usa más de lo que necesita usar, no compra más de lo que necesita comprar. No busca sustitutos para su angustia profunda. 

Creo en un mundo que tiene de sobra para todos. Creo que los recursos abundan y están ahí disponibles. Quizá cuándo podamos hacernos cargo de nuestras carencias esenciales y nos enfrentemos con nuestro propio espejo, tendremos la oportunidad de aprovechar todos eso que el mundo tiene para ofrecer, viviendo una vida sostenible.